Basta de guerras culturales: arreglemos los verdaderos problemas de Portland
Los residentes de vecindarios como Parkrose no necesitan que alguien les diga que la ciudad tiene un problema: olemos el papel aluminio quemado en las aceras y esquivamos carpas todos los días. El centro se siente como “la central de los dealers”, y hasta los baristas de las cafeterías dicen que no vale la pena llamar a la policía porque los oficiales solo responden “si hay sangre”. En junio de 2023, la Policía de Portland tardó en promedio 21 minutos en responder a llamadas al 911 de alta prioridad. Los oficiales están sobrepasados; cuando es posible, las llamadas relacionadas con salud mental se desvían a los equipos de Street Response, pero aun así, la policía de Portland usó la fuerza contra 880 personas en crisis de salud mental entre 2017 y 2024, y 22 personas con enfermedades mentales fueron asesinadas por la policía entre 2004 y 2019. Las muertes por sobredosis de fentanilo en el condado de Multnomah aumentaron un 533 % entre 2018 y 2022, lo que llevó a la ciudad, el condado y el estado a declarar una emergencia de 90 días en enero. Pero la declaración solo creó un “centro de mando” sin nuevos fondos; en otras palabras, se les pide a las mismas personas hacer más con menos.
Esas cifras son alarmantes, pero apenas rozan la superficie de por qué Portland se siente tan fracturado. La verdad es que el fentanilo llegó a nuestras calles en medio de una crisis de vivienda sin precedentes. Oregón tiene ahora la tasa más alta de personas sin hogar crónicas en la nación, y los analistas estatales estiman que faltan aproximadamente 140,000 viviendas. Las listas de espera y los programas de vivienda sin fondos suficientes obligan a la gente a vivir al aire libre mucho más de lo esperado. Décadas de demolición de hoteles de ocupación individual, recortes en programas federales de vivienda y el cierre de hospitales psiquiátricos estatales sin reemplazarlos con atención comunitaria han dejado a miles de habitantes de Oregón sin un lugar donde ir. La profesora de urbanismo Marisa Zapata lo resume de manera contundente: “El aumento del valor de la vivienda y de las rentas es lo que causa la falta de vivienda”. Los retos personales como adicción, enfermedad mental o pérdida de empleo solo empujan a la gente al límite cuando ya están al borde de la inseguridad habitacional.
Ese contexto hace que la narrativa de la guerra cultural se derrumbe. Los críticos adoran culpar a la Medida 110 —que despenalizó la posesión de pequeñas cantidades de drogas— por los males de Portland, pero la investigación muestra que las llamadas por delitos contra la propiedad no han aumentado desde la despenalización y las tendencias son similares a las de Boise, Sacramento y Seattle. El 95 % de las citaciones por posesión corresponden a residentes de Oregón, así que la idea de “turistas de drogas” es ficción. El único factor que predice la falta de vivienda es cuánto del ingreso de la gente se va en renta. Cuando no hay alternativas, la gente consume drogas en público; los sitios de consumo seguro y los tratamientos de acceso fácil podrían sacar ese consumo de la vista mientras conectan a las personas con servicios, pero las mismas voces que se quejan del consumo al aire libre se oponen a esas soluciones. La criminalización no producirá mágicamente viviendas ni camas de tratamiento; a pesar de arrestar a más personas por drogas que cualquier otro país, Estados Unidos sigue perdiendo cifras récord por sobredosis.
Mientras tanto, Portland se ha convertido en escenario de las guerras culturales nacionales. Grupos de extrema derecha y antifascistas chocan regularmente en nuestras calles, convirtiendo la ciudad en un campo de batalla ideológico. Los grupos supremacistas blancos llevan décadas apuntando a Oregón, y las manifestaciones recientes buscan provocar peleas para luego difundir el material en línea como propaganda. Es fácil caer en esas peleas en redes sociales, pero nos distraen de trabajar en los problemas estructurales que sí arreglan las cosas: como cambiar la zonificación para más vivienda, subir salarios y financiar de verdad la atención de salud mental.
Como escribió una residente del noroeste de Portland al Portland Tribune: “El constante bombardeo de negatividad en los medios nacionales, locales y sociales ya no refleja la realidad en el terreno”. Ella nos insta a dejar de permitir que las narrativas de guerra cultural nos alejen de nuestro propio centro. Y tiene razón. Cuando nos quedamos en casa, dejamos que los extremistas escriban nuestra historia y abandonamos a los pequeños negocios y vecinos que mantuvieron las luces encendidas en los peores años. El lema en la Fuente Skidmore —“Los buenos ciudadanos son la riqueza de una ciudad”— no es solo un adorno; es una instrucción. Involucrarse en asociaciones vecinales, apoyar negocios locales, ser voluntario en refugios y asistir a reuniones del concejo municipal son formas de recuperar nuestra ciudad del miedo y la división.
Hay señales alentadoras. Organizaciones locales como Historic Parkrose, Division Midway Alliance, el Native American Youth and Family Center (NAYA), el Jade District y el St. Johns Center for Opportunity han comenzado a compartir recursos y colaborar en proyectos de áreas verdes e iniciativas de seguridad. Estas alianzas muestran cuánto podemos lograr cuando dejamos de vernos como enemigos y empezamos a tratarnos como vecinos. Resolver las crisis de vivienda y adicción requerirá inversión sostenida y cambios de política a nivel estatal y federal, pero en el día a día comienza con nuestra negativa a ser peones en la guerra cultural de alguien más.
Así que aquí va una propuesta modesta: en lugar de pelear por “lo woke” o la “anarquía”, peleemos por más vales de vivienda, más camas de desintoxicación y más limpiezas de parques. Exijamos a nuestros líderes que construyan las 140,000 viviendas que Oregón necesita, que financien los equipos de Street Response para que la policía pueda enfocarse en delitos violentos, y que presionemos en Salem y Washington, D.C. para lograr un financiamiento sólido en salud mental. Compra un café en un local del centro, saluda a tu vecino sin hogar y apoya a las organizaciones que hacen el trabajo lento y poco glamuroso de construir comunidad. Bajarle la temperatura a las guerras culturales no es ignorar los problemas: es redirigir nuestra energía hacia las verdaderas barreras que impiden que Portland prospere.
Fuentes
truthout.org
capitalbnews.org
opb.org
abcnews.go.com
portlandtribune.com